Siempre que pensamos en empresas en crecimiento, pensamos en grandes marcas. Pero la verdad es que el crecimiento empresarial no es exclusivo de compañías multimillonarias o con grandes plantillas de empleados.
Hoy en día, la competencia en cualquier sector es muy alta y por eso evolucionar no es una opción, es una necesidad para cualquier negocio que quiera sobrevivir y mantenerse competitivo. Ya no basta con “ir tirando”, porque las empresas que no crecen, se estancan. Y en el contexto actual, esto es casi equivalente a echar el cierre.
Te explicamos más sobre qué es el crecimiento empresarial, cuáles son sus etapas y estrategias, para que las pongas en práctica.
¿Qué es el crecimiento empresarial?
El crecimiento empresarial se entiende como el proceso en el cual una empresa aumenta su tamaño, su capacidad, sus ingresos o su presencia en el mercado. Es decir, que avanza. No es solo facturar más, sino de mejorar de forma general: con más equipo, más clientes, más puntos de venta, más canales, o más innovación, como explican desde Hubspot.
El crecimiento de una empresa puede medirse de forma cuantitativa (por ejemplo, en el número de empleados, facturación, beneficios, etc.) o cualitativa (reputación, fidelización, posicionamiento, etc.). Claramente este crecimiento no ocurre de forma mágica, hay que trabajarlo, adaptarse, tomar decisiones y saber qué hacer.

Etapas del crecimiento de una empresa
Aunque no todas las empresas tienen por qué seguir el mismo camino, ya que cada empresa tiene su ritmo, su momento y su forma de hacerlo, sí que hay una serie de etapas comunes por las que suelen pasar en su evolución. Estas son las etapas del crecimiento de una empresa que recopila Consulting Group:
Lanzamiento o nacimiento
Aquí es donde todo empieza. La empresa arranca, lanza su primer producto o servicio, comprueba si realmente resuelve un problema o una necesidad y ve cómo responde el mercado al conseguir sus primeros clientes.
Lo más habitual en esta fase:
- Pocos recursos, pero mucho esfuerzo personal.
- Pruebas y errores constantes.
- Multitarea: el mismo equipo hace de todo.
Lo importante aquí no es crecer rápido, sino validar. Saber si la idea o producto tiene sentido, si hay clientes dispuestos a pagar por ella y si puedes repetir este proceso varias veces. En esta etapa, lo ideal es centrarse en escuchar al cliente, ajustar lo necesario y sobrevivir al primer año. Suena duro, pero es la base de todo lo que viene después.
Consolidación
Una vez superada la fase inicial, la empresa empieza a estabilizarse, pasando la etapa de “probando suerte”. Aquí el crecimiento empresarial no es tan visible, pero empieza a tomar forma. Ya sabes qué funciona (y qué no), y el foco está en mejorar procesos, reforzar el equipo y buscar estabilidad.
Suele haber:
- Ingresos más constantes.
- Mejores sistemas y organización interna.
- Inversión en mejorar lo existente en vez de solo vender.
El reto principal para las empresas en esta etapa es no dormirse. Muchas empresas se quedan atrapadas en esta etapa por miedo a invertir, a delegar o a cambiar estructuras. Pero sin esos pasos, no hay crecimiento real.
Expansión
Es el momento de escalar. La empresa ya tiene un producto o servicio validado y ahora busca más: nuevos mercados, más canales de venta, invertir en mejorar procesos, mobiliario, etc. El crecimiento empresarial es más visible, pero también tiene que partir de una estrategia.
Lo habitual en esta etapa:
- Aumento en la facturación.
- Entrada en nuevos canales o zonas geográficas.
- Mejora de procesos para escalar sin perder calidad.
- Mayor estructura organizativa.
En esta etapa el mayor riesgo es perder el control durante el crecimiento. Pasar de 5 a 10 personas o de manejar una tienda a dos es una buena señal, pero también implica más coordinación, más costes y más complejidad.
Madurez y diversificación
Aquí el reto es mantenerse competitivo y no caer en la rutina. El foco ya no está solo en crecer, sino en sostener el crecimiento y diversificarse para no depender de un único producto, canal o tipo de cliente.
Suele ser momento de:
- Mejorar la rentabilidad en vez de solo facturar más.
- Explorar nuevos modelos de negocio.
- Invertir en innovación o digitalización.
- Reforzar la cultura empresarial y la retención del talento.
El mayor reto de esta etapa de crecimiento empresarial es reinventarse sin perder lo que ya funciona.

Tipos de crecimiento de una empresa
No todas las empresas crecen de la misma forma, ni con los mismos recursos ni al mismo ritmo. Por eso, antes de elegir una estrategia concreta, es necesario conocer los distintos tipos de crecimiento empresarial que recopila Payfit.
| Crecimiento orgánico de una empresa
También conocido como “crecimiento interno”. Es un tipo de crecimiento más natural y progresivo, basado en lo que la empresa es capaz de generar con sus propios recursos, poco a poco, y sin depender de terceros ni hacer grandes movimientos externos.
¿Cómo? Mejorando lo que ya tienes:
- Aumentando las ventas del producto actual.
- Entrando en nuevos mercados geográficos.
- Ampliando la cartera de productos o servicios.
- Optimizando procesos para ganar eficiencia.
- Contratando más personal para reforzar áreas clave.
El crecimiento orgánico de una empresa es más sostenible a largo plazo y permite tener un mayor control sobre cada área, pero requiere de más esfuerzo, tiempo y constancia, y si el mercado se mueve muy rápido, puede quedarse corto.
| Crecimiento inorgánico de una empresa
También conocido como “crecimiento externo”. Aquí el crecimiento viene desde fuera, con ayuda del entorno. Se trata de crecer a través de adquisiciones, fusiones, inversiones externas o alianzas con otras empresas. Es decir, sumar capacidades de otros en lugar de crearlas desde cero.
Por ejemplo:
- Comprar o absorber una empresa más pequeña del mismo sector.
- Unirse con un competidor para ganar tamaño y eficiencia.
- Adquirir una empresa en otro país para entrar en un nuevo mercado.
- Invertir en una startup para incorporar tecnología o innovación.
- Recibir inversión externa para lanzar un nuevo proyecto.
El crecimiento inorgánico de una empresa permite crecer más rápido y acceder a nuevos mercados, pero requiere de una mayor inversión, hay riesgo de una integración mal gestionada y hay menor control, ya que depende demasiado de actores externos.
Estrategias de crecimiento de una empresa
Cada empresa crece a su manera. No hay una única fórmula que funcione para todas, y tampoco se trata de seguir una receta estándar. Lo importante es tener una dirección clara y saber qué pasos dar según el momento que esté viviendo el negocio. Porque improvisar sobre la marcha suele acabar en estancamiento o en decisiones poco sostenibles.
Tal como explican desde Economía TIC, uno de los enfoques más utilizados para entender las distintas formas de crecimiento de una empresa es el modelo de Ansoff. Aquí se priorizan dos variables: si vendes el mismo producto o uno nuevo, y si lo haces en el mismo mercado o en uno diferente. Con base en estas variables, se establecen las siguientes estrategias de crecimiento empresarial:

1| Penetración de mercado
Es la estrategia más directa, pero también la más conservadora. Aquí no se cambia ni el producto ni el tipo de cliente. El objetivo es vender más en el mercado que ya conoces. Por ejemplo, mejorando el posicionamiento, afinando los precios, fidelizando mejor o simplemente haciendo que te vean más. No hay grandes riesgos, pero sí se necesita esfuerzo constante y buena lectura del mercado.
Eso sí, no es una vía ilimitada: cuando ya tienes una fuerte presencia en tu mercado, esta estrategia puede agotarse.
2| Desarrollo de mercado
Aquí ya hay un cambio: mantienes el producto, pero lo llevas a otro sitio. Puede ser una nueva ciudad, un nuevo país o simplemente un canal diferente (como pasar de tienda física a online). A diferencia de la penetración de mercado, no se trata de vender más a las personas de siempre, sino de encontrar otros clientes que aún no conocen tu marca o que no han tenido acceso a ella.
Esta estrategia puede implicar ajustes logísticos, culturales o legales, pero no exige reinventar el producto ni cambiar la esencia del negocio.
3| Desarrollo de producto
Esta estrategia es para cuando conoces bien a tu cliente, pero crees que puedes ofrecerle algo más. La idea es lanzar un nuevo producto (o una nueva versión) para el mismo público. Puede tratarse de una ampliación de gama, una mejora sobre lo que ya se ofrece o incluso un producto completamente distinto pero relacionado con el original. No cambias de cliente, cambias lo que le das.
Esta estrategia permite crecer sin abandonar tu mercado actual, pero implica invertir recursos en desarrollo, pruebas y, muchas veces, comunicación. Además, el riesgo existe, ya que no todos los lanzamientos de producto funcionan, y desarrollar algo nuevo lleva tiempo y dinero. Pero si lo haces bien, puede marcar la diferencia frente a los competidores.
4| Diversificación
La diversificación es la estrategia más ambiciosa y también la que conlleva mayor riesgo. Aquí la empresa decide desarrollar un producto nuevo para un mercado completamente distinto. Es decir, cambia tanto lo que vende como a quién se lo vende. La diversificación puede ser relacionada (si hay cierta conexión entre el nuevo producto y la actividad original) o no relacionada (cuando se da un salto total hacia otro sector).
Esta estrategia exige mucho análisis, planificación y recursos, pero también puede ser muy rentable si detectas una necesidad real y sabes cómo cubrirla. Eso sí, hay que tener claro que no se trata solo de innovar, sino de hacerlo en un entorno que quizá no se conoce tan bien como el habitual.
¿Por qué es importante apoyar el crecimiento empresarial?
Cuando una empresa crece, no lo hace sola: necesita de profesionales, proveedores, socios, talento joven… al final es una cadena. Porque una empresa que avanza mueve a todo su entorno. Y si se rompe por falta de apoyo, muchas ideas se quedan en el cajón. Por eso es necesario que se impulsen iniciativas que ayuden a las empresas a desarrollarse.
<< Cuanto más conectada esté una empresa con su ecosistema, más fácil será que crezca de forma estable. >>
En Galicia, por ejemplo, iniciativas como los Premios BIOGA (de la que IFFE formó parte) tienen un papel muy potente en este sentido. Porque visibilizan casos reales de empresas que están apostando por la innovación y que están haciendo bien las cosas en sectores clave como la biotecnología. Empresas que generan empleo, que arriesgan y que están ayudando a construir un tejido empresarial más sólido.
Y este impulso no llega solo desde los premios. También se trata de preparar a las personas para que formen parte activa de ese crecimiento. Es ahí donde iniciativas como el Máster en Gestión de Empresas Biotecnológicas tienen un papel clave. Este tipo de formación conecta la teoría con la realidad empresarial, preparando perfiles que entienden el sector, que saben cómo funciona una empresa por dentro y que están listos para aportar desde el primer día.
En definitiva, el crecimiento empresarial requiere de estrategia, esfuerzo y visión. No importa si eres una empresa pequeña, como la tienda de barrio de toda la vida, o una grande, siempre hay algo que se puede mejorar, una oportunidad que se puede aprovechar o una nueva forma de hacer las cosas. Lo importante es no perder el foco. Saber en qué punto estás, a dónde quieres llegar y cómo vas a hacerlo. Porque en el mundo de los negocios, si no avanzas… te adelantan.