“No hay nada nuevo bajo el sol”, dice una célebre frase. Y es que en la actualidad parece que ya se inventó todo lo que se podía inventar, pero la realidad es que cada vez más empresas están enfocadas en crear productos que las personas quieran usar y en resolver los problemas del día a día. Para lograr esto con éxito, la metodología del design thinking ha cobrado cada vez más relevancia, ya que permite encontrar soluciones útiles, viables y fáciles de aplicar en diferentes contextos. Todo esto desde un punto de vista creativo, que es la base de esta filosofía. Si quieres saber más sobre qué es el design thinking y cómo aplicarlo, ¡sigue leyendo!
Design thinking: qué es
Como explican desde la Universidad de Stanford, se centra en entender bien a las personas, imaginar diferentes opciones, probarlas y ajustarlas hasta llegar a una solución útil. La idea principal es combinar análisis y creatividad. Primero se entiende el problema desde la perspectiva del usuario y después propone alternativas para resolverlo de manera innovadora. Es decir, no es solo generar ideas por generar, sino lograr que esas ideas se conviertan en productos, servicios o procesos que aporten valor real.
Aunque empezó en el diseño de productos, hoy se aplica en todos los ámbitos: en empresas grandes, startups, instituciones públicas o proyectos personales. Lo importante es mantener la misma lógica de comprender el reto, generar alternativas y avanzar hacia soluciones probadas con usuarios reales.

Para qué sirve el pensamiento de diseño
Reduce el riesgo porque impulsa prototipos sencillos y hace pruebas tempranas con los usuarios antes de llegar a fases más avanzadas de desarrollo. Con los resultados de esas pruebas, se ve qué funciona y qué falla. Por eso, las decisiones se apoyan en datos y no solo en la intuición. Esta metodología permite hacer cambios antes y aprender en ciclos cortos.
Ventajas del design thinking
Además, la toma de decisiones se hace con base en criterios visibles que están registrados (qué se probó, qué se aprendió y qué se hará después). Este registro hace que sea más fácil explicar los avances, hacer traspasos entre equipos e incluso sumar a personas nuevas al proyecto, sin que esto provoque retrasos.
La estructura de la metodología del pensamiento de diseño ayuda a simplificar el proyecto, repartir tareas fácilmente y encontrar soluciones rápidas si surge algún imprevisto. Gracias a esto, se rehace menos trabajo (menos correcciones de última hora), mejora la calidad de los entregables y permite mantener una velocidad estable de trabajo.
Fases del design thinking
- Empatizar. El objetivo es entender a las personas que usarán el producto, servicio, sistema, etc. Se observan los comportamientos, se hacen entrevistas cortas y se recogen notas de todo para encontrar las necesidades reales.
- Definir. Con lo aprendido, se detecta quién tiene la necesidad, qué necesita y por qué. Además de cuáles serían las condiciones de criterio de éxito.
- Idear. Se hace una lluvia de ideas con muchas opciones rápidas que puedan ser la solución. Luego se filtra cuáles son las ideas útiles teniendo en cuenta el impacto, el esfuerzo y la viabilidad técnica o legal.
- Prototipar. Se crea una versión básica y sencilla de la solución, para ver en la práctica cómo funcionaría. Puede ser un boceto en papel, una maqueta, un guión, etc.
- Testear. Como se puede intuir, en esta fase se prueba el prototipo con personas reales, se observa cómo lo usan y miden si se cumple el criterio de éxito. Con esa información, se decide si ajustar, cambiar de idea o volver a definir.
Estas fases del pensamiento de diseño se pueden repetir cuando haga falta, en función de lo que se aprenda en cada prueba.

Cómo incorporar la metodología Design Thinking
Hay muchas formas de organizar los proyectos o los equipos, y no existe una única opción válida para todo. Las metodologías ágiles como Scrum o Kanban ayudan con la planificación y los tiempos de entrega, pero el design thinking está más enfocado en entender el problema y crear opciones que los usuarios puedan validar. Elegir una, otra o combinarlas depende del tipo de proyecto, del tamaño del equipo, del riesgo y del margen para iterar.
Con eso en mente, para incorporar la metodología del pensamiento de diseño, lo mejor es empezar paso a paso aplicando las fases con un piloto corto. Definiendo el problema, el perfil de usuario y uno o dos objetivos medibles. Además, es necesario acordar criterios simples para decidir (por ejemplo, impacto y esfuerzo) y un calendario con una revisión final.
Es importante que el equipo entienda desde el inicio cómo se conectará esta metodología con las personas, qué se pide, cómo se maneja la información y los procesos y cómo se entenderán los resultados. Con esto, se puede combinar con otras metodologías para optimizar el proceso de trabajo y los resultados.
Por eso, un Máster en Dirección y Gestión de Proyectos, puede proporcionar las herramientas necesarias para liderar proyectos exigentes, destacar en procesos de selección y prepararse para las habilidades que demandan los empleos del futuro.