Finanzas sostenibles: cuando los valores y los números van en la misma hoja de cálculo

Personas trabajando en una mesa aplicando las finanzas sostenibles a una empresa

La sostenibilidad es un concepto que hoy en día es ampliamente conocido y con el que cada vez tenemos más familiaridad. Pero ¿tenemos igual de claro qué significa hablar de finanzas sostenibles y, sobre todo, por qué nos debe importar?

Y es que cada vez más empresas ponen el foco en el impacto social y ambiental que tiene su marca o su producto y que este sea, a la vez, rentable. Te contamos más sobre las finanzas sostenibles y por qué no es una moda pasajera sino que llegó para quedarse en el mundo empresarial.

¿Qué son las finanzas sostenibles?

Tal como lo explican desde la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), las finanzas sostenibles son decisiones de inversiones que buscan el beneficio económico de un proyecto, pero que también tienen en cuenta los tres pilares clave que se agrupan bajo las siglas en inglés ESG: cuidado del medioambiente, impacto social y buen gobierno corporativo. Es decir, las finanzas sostenibles son el match entre rentabilidad y responsabilidad.

Es importante tener en cuenta que las finanzas sostenibles no son un sinónimo exacto de finanzas verdes, aunque están estrechamente relacionadas. Las finanzas verdes cubren únicamente el impacto ambiental, mientras que las finanzas sostenibles suman el componente social y el de buen gobierno.

pilares finanzas sostenibles y ESG: cuidado ambiental, impacto social y buen gobierno

Bajo esta mirada amplia, cada euro que entra en la empresa tiene que responder a una serie de preguntas como: ¿cuánta huella de carbono genera la empresa?, ¿cómo trata a sus trabajadores y a las comunidades donde opera?, ¿hay transparencia y control externo sobre las cuentas? Si falla en alguno de estos pilares, el ranking ESG será bajo.

Cómo funcionan las finanzas sostenibles

Adoptar las finanzas sostenibles no es solo “ser verde”. Para llevar esta estrategia a la práctica, la empresa arranca con un diagnóstico ESG, donde concreta los objetivos, fija metas medibles (por ejemplo, recortar un 30% de emisiones en cinco años) y calcula la inversión necesaria. Parte del gasto puede salir del presupuesto de la empresa, pero también hay financiación externa a través de ayudas públicas o productos de mercado (como bonos o préstamos) que premian el compromiso sostenible con intereses generalmente más bajos.

Aquí la empresa deberá elegir entre los distintos instrumentos o tipos de finanzas sostenibles disponibles y, una vez que se cumplen con todos los requisitos y regulaciones necesarias, será necesario publicar informes anuales que demuestren el avance de los objetivos.

Por ejemplo, si una pyme textil quiere sustituir la iluminación de su almacén por tecnología LED. El proyecto cuesta 100.000 euros y firma un préstamo vinculado a la sostenibilidad (SLL) que rebaja un 0,20% el interés si, en el primer año, reduce un 15% su consumo eléctrico. Un verificador externo revisa la factura de la comercializadora eléctrica y, si la meta se cumple, las condiciones se mantienen. Si no se cumple, sube el tipo de interés.

Dibujo representando las finanzas sostenibles y las ESG: medioambiente, impacto social y buen gobierto

Tipos de finanzas sostenibles

Entre las opciones de finanzas sostenibles destacan varios instrumentos de financiación que son cada vez más conocidos, ya que es un sector en crecimiento. Estos productos se pueden agrupar en diferentes tipos que, aunque se invierten de forma diferente, comparten un mismo objetivo: dirigir el capital hacia proyectos útiles sin descuidar la rentabilidad. A grandes rasgos, las finanzas sostenibles se aplican actualmente en productos como:

  • Bonos verdes. Una empresa o un banco emite deuda y destina el dinero a energías renovables, eficiencia energética o transporte limpio. Las Guías de Bonos Verdes de la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA) detallan los requisitos que deben cumplir desde su actualización en junio de 2025.
  • Bonos sociales. Funcionan igual que los verdes, pero financian iniciativas con impacto directo en las personas: vivienda asequible, infraestructuras sanitarias o creación de empleo en zonas vulnerables.
  • Bonos sostenibles. Son la combinación de los bonos verdes y los bonos sociales. Están enmarcados en las Directrices de bonos de sostenibilidad (SBG, en inglés) que recopila ICMA.
  • Bonos vinculados a sostenibilidad (SLB). La empresa emite un bono y promete cumplir uno o varios objetivos ESG medidos con indicadores claros (por ejemplo, recortar CO₂). Si alcanza esas metas, mantiene o baja el cupón. Si falla, lo sube.
  • Préstamos vinculados a sostenibilidad (SLL). El banco concede un préstamo y revisa cada año los mismos tipos de objetivos ESG. Al igual que los SLB, si el prestatario los cumple, el margen de interés baja. Si no los cumple, sube.
  • Fondos artículo 8 y 9 (SFDR). El reglamento de divulgación de finanzas sostenibles (SFDR) clasifica los fondos según la ambición de su estrategia ESG. Un fondo artículo 8 declara que promueve características ambientales o sociales e integra esos factores en el proceso de inversión, aunque no fija un objetivo sostenible único. Un fondo artículo 9 solo invierte si el propósito principal es sostenible y mide de forma concreta la contribución de cada posición.

Al elegir cualquiera de estos instrumentos de financiación sostenible, la empresa obtiene múltiples beneficios. Ya que consigue tipos de interés más bajos, atrae a inversores que buscan proyectos sostenibles y mejora su reputación ante clientes y como marca. Además de adelantarse a las exigencias que serán obligatorias de cara a la Agenda 2030, que comentaremos más adelante.

Mano tomando una bombilla con una planta dentro

Regulaciones actuales de las finanzas sostenibles

Antes de invertir, es necesario determinar qué entra dentro de la etiqueta de “sostenible”. La comisión de la Unión Europea define qué es verde, qué es social y qué datos hay que enseñar al mercado. También obliga a medir el impacto y a publicarlo para que cualquier inversor pueda comparar.

Estas son las regulaciones actuales que hay que tener en cuenta en el mundo de las finanzas sostenibles.

  • Taxonomía de la UE. Este diccionario publicado por la Comisión Europea define qué actividad puede considerarse “sostenible” y qué criterios técnicos debe cumplir.
  • Reglamento de divulgación de finanzas sostenibles (SFDR). Como ya mencionamos, obliga a cada producto financiero a situarse en los artículos  8 o 9 según su nivel ESG y a publicar indicadores comparables.
  • Directiva de Información Corporativa sobre Sostenibilidad (CSRD). Obliga a las grandes empresas europeas a publicar datos de sostenibilidad con el mismo rigor y periodicidad que sus estados financieros.
  • Normas Europeas de Información sobre Sostenibilidad (ESRS). Es el manual técnico que explica qué indicadores y desgloses necesita la CSRD. Detallan métricas ambientales, sociales y de gobierno corporativo.
  • EU Green Bond Standard. Las compañías que quieran usar la etiqueta “European Green Bond” deben seguir esta norma, que exige alineación con la taxonomía y verificación externa.
  • Guías de la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA). Las ESMA establecen criterios comunes para usar palabras como “ESG”, “verde” o “sostenible” en nombres de fondos y documentos de venta. El objetivo es evitar el greenwashing, es decir, presentar un producto como más sostenible de lo que realmente es.
  • Normas ISSB (IFRS S1 y IFRS S2). Las ISSB piden a las empresas informar de riesgos y oportunidades de sostenibilidad relevantes (S1) y de aspectos específicos de cambio climático, como emisiones y objetivos de reducción (S2).
Gráfico de barras verdes representando las finanzas sostenibles

Las finanzas sostenibles y la Agenda 2030

Como explican desde el Ministerio de Exteriores, la Agenda 2030 tiene el foco en 17 objetivos de desarrollo sostenible que incluyen energía limpia, trabajo digno, ciudades resilientes y un planeta con emisiones bajo control.

Cuando una empresa adopta las finanzas sostenibles, dirige su capital a proyectos alineados con esos objetivos y se adelanta a cumplir con las exigencias que la normativa europea convertirá en obligatorias en los próximos años.

Con esto en el panorama, las finanzas sostenibles ya son una realidad. Las empresas necesitan profesionales que traduzcan la normativa y directores financieros capaces de combinar los indicadores  en la gestión diaria, controlar riesgos y cerrar operaciones de financiación alineadas con esos objetivos.

Desde el punto de vista profesional, un Máster en Dirección Financiera aporta la visión global y las herramientas necesarias para afrontar estos retos que las empresas demandan en la actualidad. Porque las finanzas sostenibles no son una moda pasajera, llegaron para quedarse y ya pesan en la competitividad de cualquier empresa. Representan un cambio profundo en la forma de hacer negocios y ya no basta con maximizar beneficios, ahora se exige generar un valor real y duradero que refuerce la competitividad de la empresa y contribuya a los objetivos globales.

Dibujo ciudad verde y limpia con edificios blancos representando la sostenibilidad