La misma pregunta que se planteaba Sting en la mítica canción de los ochenta, se puede aplicar a mi paso por IFFE.
¿Qué pinta un arqueólogo, que se dedica a proyectos de intervención social en una escuela de negocios?. Aunque tal vez la pregunta es otra diferente: ¿y por qué no?
Somos herederos de una tradición escolástica, en la que las carreras profesionales son unidireccionales, donde un solo camino parece ser el adecuado. Sin embargo, espacios como IFFE demuestran que la transversalidad no solo es posible, sino que es, además de enriquecedora, necesaria para afrontar los retos que se abren ante nosotros en un mundo de incertidumbre constante.
Cuando en octubre del curso que acaba de terminar comencé el Máster en Dirección de Proyectos, nadie podía imaginar el año apasionante que nos esperaba. ¡Si, has leído bien! ¡Apasionante!.
Pero empecemos por el principio: mi experiencia con la Dirección de Proyectos tenía que ver con el mundo de la investigación universitaria y de la intervención social, y en ambos casos los proyectos son unos documentos casi ilegibles que se desarrollan a lo largo de periodos muy dilatados, y donde el cliente (en la mayoría de los casos las Administraciones Públicas) tiene un papel más que nada fiscalizador de resultados. Y con esta expectativa llegaba a las aulas del Pazo das Cadeas, casi más fascinado por el edificio que por el programa académico en sí mismo.
Desde pequeño he disfrutado buscando otras formas de hacer las cosas, para que sean más fáciles, más divertidas, más creativas. Acabábamos de comenzar 2020 cuando las sesiones del máster se transformaron en un laboratorio de notas adhesivas, piezas de construcción y pegatinas con purpurina. Los principios básicos de los marcos ágiles de gestión de proyectos llegaron entre sesiones de gamificación y role playing. Aquel sistema de principios, de eventos y ceremonias, pero sobre todo el grado de flexibilidad y adaptación que permite la agilidad encajaba perfectamente en mi forma de pensar. Bien es cierto, que por entonces su aplicación en mi campo de trabajo solo se perfiló como una especie de proyecto piloto a desarrollar a largo plazo.
Pero de repente nuestro contexto económico, laboral e incluso el vital cambió de la noche a la mañana. Primero todo paró, pero fue un espejismo de menos de una semana y al abrir los ojos, ante nosotros se abría una realidad a través de una pantalla retroiluminada y en el caso del sector social en el que trabajo, tan acostumbrado al trato en persona, al contacto con las personas con las que intervenimos, tenía que dar respuesta a situaciones críticas con herramientas que hasta ahora no había utilizado nunca.
En ese momento, es cuando comienza un periodo de meses apasionantes (sobre todo ahora que vuelvo la vista hacia atrás), en los que los proyectos se tuvieron que adaptar a las necesidades de los usuarios, pero también a los requisitos de los clientes que variaban con cada nueva normativa de seguridad o cada decreto del Gobierno. Pasamos de gestionar proyectos a largo plazo (algunos de más de cinco años), ha redibujar los límites de nuestra intervención casi semanalmente. La capacidad de pivotar en cada una de las iteraciones convirtió al equipo de compañeros en la clave fundamental para superar la crisis, con una capacidad increíble de ofrecer respuestas mucho más rápido, y de forma mucho más eficaz que antes de la crisis de la COVID 19.
Esta capacidad de adaptación, de respuesta rápida y eficaz, de búsqueda de soluciones creativas a problemas complejos surge en parte de la coincidencia de varias personas convencidas de que los marcos de agilidad ofrecen herramientas utilísimas a la hora de superar momentos de crisis tan graves como la que estamos atravesando. Ahora somos más transversales, más horizontales, pero sobre todo más transparentes, consiguiendo que el esfuerzo de todo el equipo sea exponencial y no el sumatorio de cada uno de sus miembros.
En mi caso, la clave está en aquellas sesiones de enero y febrero en las que compartí con mis compañeros de máster horas de juegos y competiciones, porque me abrieron la puerta a un nuevo horizonte de gestión en el que se pueden hacer las cosas de forma diferente, solo tienes que atreverte a pensarlas y luego probar. Tal vez funcione ¿por qué no? Al final, que más da la formación académica que tengas, o el sector profesional al que pertenezcas, como decía Sting: “Be yourself no matter what they say”.