Tras una década de crisis, resurge con fuerza el mejor emprendimiento como palanca de innovación económica y generación de riqueza social.
Corren nuevos tiempos para el ciclo económico, y su impulso comienza a llegar cada vez con más fuerza a la realidad microeconómica y a la sociedad en general. A pesar de las incertidumbres que subsisten en un entorno global y complejo, el consumo, el empleo, la inversión o los índices de confianza están rehabilitándose a un ritmo que muchos firmaríamos hace apenas unos años, gracias al esfuerzo de todos los agentes sociales y sectores de actividad.
En el marco de este impulso, tiene un papel destacado la creación de nuevos proyectos empresariales. Sea en el marco de corporaciones preexistentes, en forma de intra-emprendimiento, o como iniciativas particulares, cada vez son más los profesionales con iniciativa, o las empresas con capacidad de innovación, decididos a testar nuevos caminos en la generación de valor.
Los años de dura crisis nos dejaron sendas lecciones en este ámbito:
El apoyo al emprendimiento desde lo público sólo es eficaz si es eficiente. La dotación de recursos a las iniciativas precisa de una perentoria planificación, profunda y no sólo formal, susceptible de ser gestionada y actualizada en tiempo real con el devenir de las organizaciones y la evolución de sus proyectos.
Merece la pena dilatar el período preliminar de diseño del proyecto, antes que ponerlo a correr sin minimizar los elementos sujetos al azar. Es normalmente lo más difícil de conseguir, por cuanto la voracidad emprendedora compite con la planificación necesaria en la mente de los emprendedores. Pero es vital hacer exhaustivo el trabajo de backoffice antes de lanzarse al mercado.
No basta un análisis bottom-up, es necesario complementarlo con otro top-down. Podemos tener la mejor idea del mundo que, si no la observamos en términos relativos tanto respecto de las preexistentes como de las potenciales, estaremos apostando a ciegas. Máxime en un mundo aceleradamente cambiante y sujeto a novedades tecnológicas y técnicas constantemente, que someten a escrutinio continuo cualquier iniciativa y sus perspectivas.
Los valores están detrás de todo buen proyecto. En forma de responsabilidad social, en forma de coherencia entre objetivos empresariales e intereses de trabajadores y directivos, de proveedores y de clientes. Sólo sobre una visión cooperativa dentro y fuera de las nuevas empresas, integradas en sus ecosistemas, nacerán los pilares que las hagan fuertes y las lleven a donde quieren.
Por todo ello, los nuevos proyectos empresariales nacen hoy más sólidos, más conscientes de los elementos que condicionan su desarrollo y más prudentes respecto a sus previsiones. La financiación – tanto en forma de capital como de recursos ajenos – regresa progresivamente, pero con más exigencia que antaño; y ello obliga a todos en la cadena de valor a alinearse en el buen fin de lo financiado.
De tal alineación de intereses, es de donde surgirá la mayor probabilidad de éxito. Y por supuesto, de apoyar a los que lo intentan con vigor. Aún cuando el éxito se retrase, o aún cuando deba estar precedido de un duro pero aleccionador fracaso: catapulta hacia el siguiente posible triunfo.
IFFE se concibe como un ecosistema de formación, innovación y emprendimiento. Y tal como se alumbra en este número de nuestra revista, participa del apoyo al emprendimiento a través de su nueva incubadora y aceleradora empresarial: IFFE Futura.
Todos están invitados a participar de ella: el futuro es ahora y nosotros somos sus protagonistas.