2017: Una magnífica oportunidad para avanzar en materia de Conciliación Laboral.
Reportaje de Tribuna Empresarial del Diario de Pontevedra, domingo 5 de febrero de 2017, Alberto Gómez de IFFE Business School
Permitidme comenzar esta reflexión adaptando un viejo chiste: ¿qué es eso que vuela?, ¿un pájaro?, ¿un avión?, ¿Supermán?. ¡¡ No, que va. Es una persona intentando hacer conciliación familiar !!
Cuando hablamos de conciliar, no debiéramos referirnos exclusivamente al mundo de la empresa, dado que la problemática que dificulta una armoniosa vida personal, familiar, relacional y laboral, afecta a todas las esferas de nuestra organización social: el sistema educativo, los servicios públicos, el trabajo, el marco legislativo, etc.
Si nos centramos en la conciliación laboral, observamos que el indudable incremento del debate público sobre este asunto se centra en el intento de parchear los problemas generados por una visión y gestión decimonónica de las relaciones laborales.
La sociedad de hoy, pero sobre todo la del mañana, difiere sustancialmente del modelo productivo, nacido tras la revolución industrial, y en el que se fundamenta nuestro sistema normativo laboral. En la actualidad, desde el punto de vista personal, tenemos nuevas inquietudes y posibilidades, y si hablamos de la familia, nos encontramos con diferentes configuraciones en cuanto al número de miembros, tanto adultos como menores, sexo, nacionalidades, creencias,… Y todo ello, nos consume el bien más preciado y escaso, el tiempo.
A nivel laboral, las posibilidades de conciliar chocan con uno de los grandes males del capitalismo, y es que el empleador contrata el tiempo del trabajador, y no su capacidad para aportar valor a través de la productividad (recordemos, hablando de personas, que productividad es la cantidad de producción de una unidad de producto o servicio que genera un trabajador por unidad de tiempo). La cuestión no es trabajar más horas para incrementar la productividad, sino encontrar el horario y la distribución horaria que maximice la capacidad de producción. El ajuste a un horario normalizado tenía sus bases en la producción industrial, que requería la presencia en un lugar determinado y en un horario determinado, de todos sus trabajadores. Hoy en día, merced sobre todo a los procesos de globalización y los avances tecnológicos, este modelo no tiene ninguna razón que avale, al menos en la mayoría de los casos, su buen funcionamiento. Bien al contrario, incorporar medidas como la racionalización horaria, el teletrabajo en los casos en que sea posible, una regulación más eficiente en materia de permisos y vacaciones, permisos de maternidad y paternidad más sensatos, son algunas de esas cuestiones que indudablemente ayudan a mejorar la situación, pero que a veces nos distraen de la cuestión de fondo, y que no es otra que intentar superar el gap existente entre el tipo de sociedad que tenemos, y el tipo de sociedad que quisiéramos construir.
El sistema económico y productivo debe sustentarse, como todos, sobre la corresponsabilidad. El trabajador y el empleador deben entenderse más allá de las necesarias imposiciones normativas que necesariamente deben regular y garantizar los derechos y obligaciones personales y empresariales. No obstante, como bien nos enseña Paulo Coelho: “cuántas cosas perdemos por miedo a perder”.
Sin embargo, hay motivos para ser optimistas. Como decía al principio, el hecho de que cada vez se hable más sobre esta cuestión, genera un necesario diálogo entre todos los agentes sociales. Y el debate siempre resulta enriquecedor si aquellos que tienen verdadera capacidad de decisión e influencia, saben ver más allá de lo que han visto y aprendido en el pasado.
Podríamos empezar por hacer el esfuerzo de creer en que las cosas se pueden cambiar para mejor, con la convicción del yo gano-tu ganas. Conocer y compartir las mejores prácticas puestas en marcha en determinados sectores y/o países. También implicar a legisladores, cuadros directivos, organizaciones sociales, representantes de trabajadores y todos aquellos que puedan aportar ideas de valor, en esta satisfactoria misión. En el fondo no hay disculpas para no procurar una sociedad mejor. Solo precisamos compartir visión y decisión.
Y en base a ello, una vez más aprovechando la inercia y buenos propósitos que nos acompañan al iniciar cada nuevo año, convendréis conmigo que pasar a la acción está en manos de todos y cada uno de nosotros, porque aunque a veces nos abrumen los motivos para no hacerlo, no olvidemos que las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas.