Como todos los años, se conmemora el Día Internacional de la Mujer, un día que recuerda y hace más visible esa lucha que enfrentamos día a día con el objetivo de lograr una igualdad real entre hombres y mujeres en las sociedades modernas.
Pero es importante tener en cuenta que el machismo es algo muy intrínseco en nosotros, contra lo que hemos reaccionado desde hace poco más de un siglo, ya que es un concepto que se ha ido gestando a lo largo del tiempo pero que no siempre existió como tal, con la connotación despectiva que tiene actualmente. Pensemos que cualquier organización social adopta aquellas estrategias que maximizan sus posibilidades de supervivencia y existen teorías que indican que muchos de los roles que hoy se consideran machistas, pudieron tener en su momento una función vital para la supervivencia de la especie. En este sentido, la división de roles ha demostrado ser la mejor estrategia de supervivencia en las economías de subsistencia, que ha sido la forma de vida dominante a lo largo de los siglos.
Con la evolución de las condiciones sociales, se producen cambios de roles y distintas formas de interrelacionarnos los unos con los otros en los diferentes ámbitos de la vida, y sin embargo se sigue reproduciendo lo que en un momento fue necesario pero que ahora ya no tiene sentido. Esto trae como consecuencia la generación de situaciones de injusticia y desigualdad que benefician, en este caso, a un género sobre el otro por su negativa a perder el status quo, por un lado, y la represión y su consecuente rebelión de la otra parte que manifiesta su derecho a ser libre en igualdad de condiciones. Los cambios que han ido viviendo las sociedades, el acceso a la educación junto con el desarrollo de la tecnología, han ido liberando a hombres y mujeres de tener que “depender” de los demás para sobrevivir, dando lugar a seres humanos cada vez más autosuficientes que pueden hacerlo por sí mismos. Ninguno es mejor que otro y todos son igual de capaces de aportar valor al conjunto.
Desigualdad de Género y Pérdida de Riqueza
Se han realizado estudios en países de la OCDE y en algunos países no miembros que confirman que el aumento de la participación de las mujeres en los equipos de trabajo produce un crecimiento económico más rápido para las empresas. España se sostiene gracias a las pymes y micropymes donde hay una gran presencia de mujeres, muchas en puestos directivos, a las que no se les da tanta visibilidad. No se trata que ahora la mujer tenga que ponerse por encima del hombre. Eso no tiene sentido para el objetivo que se pretende conseguir, sino ser igualmente reconocida en función de sus méritos y capacidades. Establecer y fomentar auténticas relaciones de iguales.
La frase “la unión hace la fuerza” no es descabellada en ningún caso, y menos en este. Se publicaba en el 2017 una noticia que alarmaba sobre la riqueza que se pierde por la desigualdad de género. Los organismos internacionales calculaban que la discriminación de la mujer impide generar hasta 3,15 billones de euros extra a las economías europeas. En Sumatra Occidental, por ejemplo, mujeres y hombres se relacionan más como socios que desean alcanzar el bien común que como competidores gobernados por el egocéntrico interés propio; y, en consecuencia, el prestigio social lo obtienen aquellos que promueven las buenas relaciones siguiendo la costumbre y la religión. Por tanto, el compromiso de hombres y mujeres para lograr una sociedad libre, justa e igualitaria no es una utopía. Es una cuestión de valores, generosidad y compromiso.
La Necesaria Revolución Cultural
Pero siempre que se piensa en desigualdad de género se aborda desde una perspectiva más paliativa para ir cambiando poco a poco las estructuras sociales, como ocurre con la discriminación positiva, o promoviendo medidas de conciliación familiar en las que se implique más a los hombres pero que recaen principalmente en la mujer, o mediante la integración de políticas de igualdad en los marcos jurídicos, los procesos presupuestarios y las estrategias de desarrollo de cada gobierno. En algunos casos, los avances no se dan porque las mujeres hayan mejorado sino porque los hombres han “retrocedido”. Por ejemplo, mientras la mayoría de los trabajos industriales bien pagados han ido desapareciendo, los de servicios han ido creciendo y las mujeres han ocupado a través de ellos más espacio público.
Es por ello que el problema de la desigualdad es bastante más complejo, porque es algo muy intrínseco en nuestras vidas. Es un problema de mentalidad, de costumbres, de ideología, es cultural; que se transmite de generación en generación y comienza ya a reproducirse desde la tierna infancia. En este sentido, es necesaria una verdadera consciencia social, ya que no sólo es un problema inherente en los hombres sino en las propias mujeres. A través de la educación se refuerzan multitud de mecanismos que encaminan a chicos y chicas hacia elecciones estereotipadas y no se educa el espíritu crítico. En una sociedad donde cada vez se tiene menos tiempo para ocuparse de estos asuntos, se hace necesaria más que nunca una mayor implicación en este sentido. No sólo reforzar y potenciar la transmisión de conocimientos sino de actitudes y valores: Educación emocional. Porque las escuelas no son las únicas instituciones que deben cargar con esa responsabilidad; la educación en su más amplio sentido es un compromiso de todo el conjunto de la sociedad y es el único mecanismo que posibilitará esa igualdad real que tanto perseguimos. Y todo empieza por uno mismo, con el “dar ejemplo”. Así, lo que yo haga en mi entorno inmediato influirá en quienes me rodean y viceversa.
Aunque hemos dado grandes pasos y la mentalidad está cambiando hacia una mayor concienciación, necesitamos una verdadera revolución cultural que nos permita desarrollar la libertad y la consciencia para ser y dejar ser. Y esto no es dejarse llevar pasivamente por lo que la cultura o ideología social nos “imponga” fomentando tendencias egoístas e individualistas, sino enseñar a mirar por el bien común, por el conjunto. Porque separados podemos hacer grandes cosas pero juntos las hacemos todavía mejor.
Por Rocío López Villar – Creativa Audiovisual y Comunicación en Producciones Ourego 2009.