Por Juan Pedro Zamora – Grupo IFFE Futura |
El primer trimestre de 2020 pasará a la historia por la irrupción y rápida propagación global del Coronavirus. Más allá de sus efectos sobre la economía y las carteras de valores, mi primera valoración tiene que ser sobre uno de sus aspectos, el humano. En los últimos meses, el virus ha causado decenas de miles de fallecimientos y ha cambiado de un modo que ni siquiera aún podemos percibir en toda su dimensión nuestros hábitos sociales, así como la concepción que hasta ahora teníamos sobre el mundo.
En segundo lugar, como economista, siempre he creído en el estudio de la historia económica entendiéndola como una fuente de información para poder afrontar los problemas que nuestra sociedad pudiera tener en el futuro.
La Deuda de la Economía con la Historia
La economía forma parte de las llamadas ciencias sociales, por tanto, utiliza como instrumento de análisis la observación de los datos que se dan en la realidad y, a partir de estos, elabora teorías que permiten explicar como se comporta el ser humano en materia económica y así poder diseñar modelos predictivos más o menos validos para el futuro.
La Economía, como toda ciencia social con fundamento cuantitativo, posee dos características que la diferencian de otros tipos de ciencias:
- La imposibilidad de lograr certeza en la predicción de los resultados con base en experimentaciones controladas, tal y como si ocurre con las ciencias experimentales.
- La pertenencia e involucración del investigador en el universo que estudia (esto hace inevitable que las normas y valores del mismo interfieran en sus conclusiones).
A lo largo de nuestra historia como humanidad, hemos tenido multitud de pandemias que, aparte del coste humano que suponen, han tenido un indudable impacto económico. Si nos detenemos a observar el impacto económico de la mal llamada gripe española, podemos observar como hubo una gran caída de la producción industrial y de la actividad comercial allá por un ahora no tan lejano año 1918.
Los efectos de la actual pandemia por coronavirus aún son imposibles de estimar en su totalidad al estar como aún estamos inmersos en esta crisis. Pero se observa ya que el impacto económico a corto y medio plazo está siendo muy alto: se interrumpen los sistemas de transporte y abastecimiento y cae la producción de muchos sectores, además de la propia demanda. Y al caer la mencionada demanda, como explicaba Keynes tras la Depresión del año 1929, baja el empleo y cae el ingreso de los hogares, lo que conlleva un mayor incremento del desempleo (además de una caída en la recaudación fiscal, así como otros ingresos con los que cuenta el estado para financiar los servicios públicos).
En esta etapa, son muchos los expertos que están afirmando que la recuperación de la economía será en un formato en V y que por tanto, más allá de una concreta contracción del PIB nominal que en el caso de nuestro país se estima alrededor de un 8% (avalado dicho dato por el FMI) y un rápido incremento de la tasa de desempleo, las consecuencias serán coyunturales y rápidamente absorbidas en los siguientes trimestres.
Desde mi punto de vista creo que estaremos lejos de una recuperación en formato de V. Para esta afirmación me baso fundamentalmente en dos motivos:
- La Historia Económica: Las últimas grandes pandemias que han asolado a la humanidad no han tenido una recuperación como la que, optimistamente, se anticipa. Baste recordar que, en el caso español, no se empezaron a recuperar los niveles previos de actividad económica hasta 1920.
- El nivel de endeudamiento de la economía global: La suma total de las deudas contraídas por empresas, hogares y gobierno supera el 240% sobre el PIB mundial. Este nivel excesivo de deuda se ha producido sobre todo debido a la política keynesiana llevada acabo por los Bancos Centrales de todo el mundo bajando los tipos de interés a cero; de este modo, el retorno a la normalidad nunca se ha dado como tal, lo que conllevó una inflación de los activos de inversión (deuda, activos financieros e inmobiliarios) dado que nunca había sido tan fácil endeudarse.
En resumen, para solucionar una crisis global como la que se produjo el año 2008 lo que se hizo fue echar más gasolina al fuego, en la creencia, desde mi punto de vista, quimérica de que esta inyección de deuda iba a reactivar directamente la economía real. Sin embargo y más allá de que en algunas economías como la de los Estados Unidos de América esto si haya sucedido, esta reacción no se ha dado por igual en todas las economías desarrolladas, llevándonos incluso a un modelo mas cercano a lo que se ha dado en llamar una japonización de la economía (caracterizada esta por un elevado incremento de deuda, un crecimiento por debajo de la inflación real, así como por un escaso aumento de los precios).
Al igual que el cuerpo humano tras una enfermedad no se enfrenta en las mismas condiciones a una posible recaída, no podemos pretender enfrentarnos a una recaída de la economía global, solo comparable a la gran depresión, con las mismas armas que ya hemos utilizado y con un resultado cuanto menos limitado.
Las medidas basadas en un incremento de la deuda publica en cuantías precedentes solo traerá, a medio plazo, una consecuencia: la socialización de la pobreza.
¿Como Influirá Todo Esto en los Mercados?
En los últimos diez años, hemos sufrido uno de los mayores ciclos alcistas de la historia de los mercados motivados por las razones más arriba expuestas. Desde mi perspectiva, esta irracionalidad de los mercados ha llegado a su fin y, por ello, nos enfrentamos, en el mejor de los casos, a un período correctivo o lateral que durará varios años. Las recientes caídas de los mercados financieros no han marcado todavía un suelo. En los procesos correctivos de este calado suele haber más caídas y los mínimos vistos durante marzo de este año 2020 es muy probable que vuelvan a repetirse. Es, por todo ello, que creo que, en este momento, es importante tener una buena dosis de liquidez en nuestras carteras, lo que no significa la desinversión total de esta, pero si supone centrar nuestra inversión en activos más relacionados con la economía real tal y como ha sucedido en otras etapas similares a estas, donde se ha demostrado que tiene un comportamiento comparado mejor que el resto de activos.
La renta variable ha sido el mejor activo de inversión si lo analizamos históricamente: por eso, si podemos manejar una buena dosis de liquidez en nuestras carteras sin duda encontraremos oportunidades que nos permitirán obtener una buena rentabilidad si bien no con una vuelta en V tal y como se pronostica.